Creo que estoy agotada mentalmente. No soy capaz ni de escribir una entrada: me he pasado toda la tarde frente el ordenador y no consigo terminar absolutamente nada. A lo mejor esa entrada sobre Malditos Bastardos no es tan sencilla como parece. O mi cerebro está completamente exprimido. Tanto que no tengo ni fuerzas para ponerme a pensar en motivos. Aun así he conseguido dormir un poco y me he relajado; he mirado zapatos, he tomado mis cervezas con limón y me he comprado dos plantas. Estoy de celebración porque hace un mes compré un Macrocarpus en Ikea y sigue viva a pesar de que los gatos han mordisqueado las hojas. Y como parece que estoy enrachada me he hecho con un brezo y una lobelia.
[Un bosque de pinos. De cerca se aprecian los cables que, enrollados en las ramas, controlan el crecimiento del árbol]
Estas fotos no son de mis plantas, son de una visita al Museo del Bonsai de Alcobendas que hice hace algún tiempo. Aún no las había colgado, pero parece una buena ocasión ahora que he descubierto que esto de las plantas me hace sentir bien - aunque no tanto como los gatos. Los bonsais me provocan sentimientos encontrados: pueden ser preciosos y esas hojitas y frutos pequeñísimos me asombran. Pero al mismo tiempo me provocan mala conciencia, son el resultado de una manipulación, aunque sea exitosa. Pero ¿acaso hay algún ámbito en el que un humano meta la mano y no manipule? A lo mejor la jardinería no tiene nada que ver con el control y sólo se trata de un retorno al agricultor neolítico que todos llevamos dentro. Veremos.
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