[Las Vegas, de Raphaella Spencer (2011) - imagen virtual de un cuadro que parece una foto]
El martes 4 viví una exposición a la hiperrealidad que seguramente me dejará secuelas. Ir al trabajo es en sí mismo un ejercicio de arte en estos días, pero que además pasen cosas que te hacen tener una experiencia extracorporal... No me está pasando esto, te dices. Pero vaya si te está pasando, a través del cristal de la sala ves tu cuerpo, sentado a la mesa, gesticulando en plena incomprensión. Boquiabierta. En shock.
Así pasé el resto de la tarde. Como un fantasma. Un holograma que se desplazaba por la calle, a través de túneles de metro, que cruzaba las puertas del museo Thyssen porque las entradas ya estaban compradas y no tenía intención de perderlas. La exposición Hiperrealismo 1967-2012 termina este domingo, y no voy a tener muchas más oportunidades de ver estos cuadros. Es una extraña idea, la de pintar imitando la fotografía hasta un punto en el que superas a la cámara y el objeto tiene aún más viveza que en la realidad. Y como observador ingenuo te acercas al cuadro, y piensas, ¿cómo conseguirá el artista pintar los tonos metalizados del coche, reproducir el efecto de la luz en el cromado? Y si miras el lienzo, si pegas la nariz lo suficiente sin poner nerviosos a los vigilantes, encuentras la explicación. Debe ser el truco más antiguo y sencillo de los pintores: cuando el espectador reconoce lo que ve, presupone. Impone sus recuerdos, su experiencia. Asume. Y sin embargo, la imagen inferior es un conjunto de trazos negros, burdeos, blancos, azules. Es la deconstrucción de una imagen fotográfica vuelta a montar en el lienzo, metarepresentación, si el término existe.
Es un diálogo entre el cuadro y el espectador; su ojo va y viene entre la imagen que llega a su retina y la que le ofrece su inner eye. Hace que las compare, las contraste, las pondere, las mezcle, las superponga, descarte, añada. Los universales, siendo un concepto muy antiguo y posiblemente muy desfasado también, explican sencillamente este proceso. Lo interesante es como nos engañamos en ese proceso. Yo miro el cuadro y digo "coche", porque reconozco parte de un Packard. Y sin embargo, lo que hay aquí es una tela impregnada de pintura que se ha repartido por el lienzo en una engañosa configuración. Y nos pasa con el cuadro y nos pasa con la vida en general: nuestro cerebro selecciona la información y la aglutina en formas, ideas e historias que tienen sentido para nuestro mundo interior. Pero ¿podemos decir que podemos llegar a conocer e incluso comprender el mundo?
[Plum Devicious, Peter Maier (2006)]
2 comentarios:
Me tienes que decir si esta muestra va a estar en itinerancia por nuestro paos, ya que despues de leerte me interesa mucho verla. Quizas viendola consiga saber un poco mas sobre mis procesos de interpretación de la realidad.
Ultimamente siento que dicha máquina no está engrasada y quizás por eso se den los viajes astrales, o quizas no sea capaz de encajar la imagen que tengo de mi mismo en la escena actual y mi espiritu se enajena.
Seguro que volviendome a cambiar las gafas lo soluciono
Si es cuestión de gafas, tengo que ir corriendo a cambiarlas, porque vaya dos semanas de viaje astral... Pero consuela saber que es el signo de los tiempos y hay más personas perdidas en el absurdo igual que yo.
He estado buscando lo de la exposición, pero no he visto que vaya a ir a Barcelona :(
Publicar un comentario